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Mirador

Por Armando Fuentes Aguirre

Estamos ya en otoño, ese puntual heraldo del invierno.

Mi señora decora ya la casa con preciosos arreglos que ella misma hace. En la sala hay calabazas, espigas de trigo y mazorcas de maíz venidas del Potrero. Rústicos frutos de la tierra, aquí parecen elegancias como para adornar en París un escaparate de las galerías Lafayette.

A mí me gusta el otoño. No tiene las vanidades de la primavera, la juvenil euforia del verano ni el ceñudo ceño del invierno. Es manso, tranquilo y sosegado. Parece un viejo profesor que sabe lo que antes sucedió y presiente lo que después va a suceder.

No somos de la misma edad. Tengo más años que él, de modo que me hallo ya en la siguiente estación del tren. Sin embargo las hermosas labores de mi esposa consiguen que el otoño entre en la casa y me acompañe.

Lo recibo y nos ponemos a conversar. Me pregunta:

-¿Te acuerdas?

Le contesto:

-Sí.

La charla con el otoño es tan sabrosa que le digo:

-No te vayas.

¡Hasta mañana!

AM2 | OPINIÓN

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2021-09-24T07:00:00.0000000Z

2021-09-24T07:00:00.0000000Z

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