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Vale la pena dar las gracias

» Detenerse un momento para ver lo que nos rodea y valorar a la gente que nos apoya, es una buena práctica que se debe fomentar día con día

Tish Harrison Warren

Vengo de una familia que no habla mucho sobre los sentimientos. Casi siempre nos limitamos a los chistes, el sarcasmo y los deportes. Mientras crecía, quizás el mayor pecado (así lo veíamos) era ser solemnes y francos.

Así que todos nos sorprendimos cuando un Día de Acción de Gracias, de la nada, nuestros papás anunciaron que empezarían un nuevo ritual para ese evento. Las 20 o 30 personas que estábamos reunidas para la comida teníamos que compartir algo de lo que estuviéramos agradecidos.

Practicar la gratitud es fundamental para casi todas las tradiciones religiosas y espirituales. Y todos tenemos mucho qué agradecer. Tenemos el asombroso privilegio de vivir en este planeta que está diseñado de manera singular para que los humanos puedan nacer, respirar, crecer, trabajar, cultivar y crear. Tenemos cuerpos que conocen el placer de comer fresas, guacamole y las palomitas con mantequilla. Escuchamos risas y olemos el vapor caliente del café.

Ejercer la gratitud nos enseña, dice la teóloga Christine D. Pohl, “el obsequio de nuestra existencia total”. Esta actitud de apertura -vivir como alguien que es agradecida de los regalos que recibimoses el camino a la alegría, porque nos recuerda que no tenemos que ser los creadores y cuidadores de nuestra vida.

Ver la vida como un regalo implica reconocer que no podemos —y de verdad que no podemos— mantener nuestro mundo funcionando solo por nuestro esfuerzo, voluntad y fuerza.

La mayoría de las mejores cosas de la vida solo se pueden recibir y conservar si mantenemos las manos abiertas. Al igual que la historia de los israelitas que recibieron maná de Dios en el desierto, recibimos lo que necesitamos por pura suerte, pero el maná no se puede acaparar, no podemos aferrarnos a él.

En cambio, entender nuestra existencia como un obsequio nos permite ver que, aunque nuestra capacidad para controlar el mundo es limitada, se nos da lo que necesitamos.

Ejercita el agradecimiento

Sentirse agradecido no siempre ocurre de forma natural. El agradecimiento es algo así como un músculo que podemos ejercitar. Así como podemos desarrollar la ingratitud, el privilegio, la amargura o el cinismo, podemos fomentar la gratitud, la humildad apreciativa, el deleite y la alegría.

Para lograrlo, aquí hay algunas formas prácticas de cultivar la gratitud:

Haz listas: Podrías hacer un repaso de un día o una semana y anotar los regalos que recibiste, cosas tan esenciales como respirar o tan frívolas como conseguir un buen lugar para estacionarte. En una semana terrible, puedes enumerar momentos de alegría en medio del caos. En una buena semana, puedes tomarte un momento para celebrar cada regalo.

Escribe notas de agradecimiento: Toma un momento para agradecerle por escrito a tus amigos o familiares que te rodean. Un año, durante más o menos un mes, le escribí notas de agradecimiento breves y diarias a mi esposo y descubrí que esa práctica deliberada me hizo más agradecida con el tiempo.

También puedes considerar escribir notas de agradecimiento ocasionales a personas a quienes quizás no conoces tan bien pero en quienes te apoyas en el día a día: tu cartero, conductora del autobús o maestro.

Haz una obra de arte: Para quienes suelen ser más visuales, en lugar de enumerar las cosas por las que están agradecidos, puedes pensar en un espacio para dibujar, hacer un collage o representar objetos que te recuerden los regalos que recibes en tu vida. La pieza puede incluir fotos, palabras sueltas u objetos. Puedes usar la creatividad y ver si te ayuda a notar bendiciones, grandes o pequeñas, en tu día.

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2021-11-28T08:00:00.0000000Z

2021-11-28T08:00:00.0000000Z

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