periodicoam

En charola de plata

Catón

La señora le dijo a su mejor amiga: “Mi esposo me es fiel”. “A mí también -replicó la otra-. El que me engaña es mi marido”. Meñico Maldotado, infeliz joven con quien se mostró avara la naturaleza en la parte correspondiente a la entrepierna, casó con Pirulina, muchacha con bastante ciencia de la vida. Al terminar el primer trance de amor le preguntó Meñico: “¿Fui yo el primero?”.”¿’Fui’? -preguntó Pirulina con asombro-. ¿Qué ya lo hiciste?”. “Suegrita -le dijo Capronio a la mamá de su esposa-. Usted merece que la pongamos bajo un pedestal”. Dos hombres iban por la calle en dirección contraria el uno al otro. Ambos arrastraban un pie. Al encontrarse le dice el primero al segundo: “Accidente. 50 pasos atrás”. Responde éste: “Caca de perro. 20 pasos atrás”. Le contó un tipo a su amigo: “Pasé una vergüenza muy grande. Estaba en la recámara haciendo el amor con mi esposa cuando entró la criadita a la recámara y nos vio”. “Yo pasé una vergüenza mayor -responde el otro, mohíno-. Conmigo la cosa fue al revés”. A aquel señor le apodaban “El unicornio”. Su mujer lo hacía medio pendejo. Babalucas tenía un amigo rico que lo invitó a pasear en su yate de recreo. Ahí el pavitonto conoció a una linda chica que lo llevó a su camarote. Empezaron las acciones con abrazos, besos y caricias encendidas. La muchacha detiene a Babalucas y le dice: “¿No crees que antes de seguir adelante deberías ponerte alguna protección?”. El badulaque salió del camarote a toda prisa y regresó metido en un chaleco salvavidas. Don Otonio, senescente caballero, cortejaba con discreción a Himenia Camafría, madura señorita soltera. Una tarde le propuso que fueran al cine. “Oh, no -se resistió ella. En la oscuridad podría usted propasarse conmigo; abrazarme, besarme; quizás hacerme tocamientos lúbricos”. “De ninguna manera haría yo tal cosa, amiga mía -repuso don Otonio-. Nos verían los de la fila de atrás”. Sugiere la señorita Himenia: “Podríamos sentarnos en la última fila”. Supongo que fue en Taxco, aunque no tengo la absoluta certidumbre. En ese bello lugar de México -de América, del mundo- la plata es cultivada con amor, igual que se cultiva una rosa, igual que se acaricia a una mujer. Las piezas que de ahí salen, labradas por manos de inspiradísimos plateros, son obras de arte que hacen que el planeta sea más hermoso. Pienso por eso que fue en Taxco donde se labró esta charola de plata. La compraron los dirigentes de los partidos de débil, desorganizada y dividida oposición, y en charola de plata le están poniendo a López Obrador la posibilidad de establecer su maximato. “Un ángel era mi amada, pero con el matrimonio / en poco tiempo se volvió un demonio”. El dístico se atribuye a Claypole Redbuttocks. La atribución seguramente es apócrifa, pues el famoso rimador tuvo una esposa con la cual disfrutó muchas horas felices. La circunstancia de que la esposa no fuera la suya no hace menos plausible su felicidad. Don Argento, hombre a quien sobraban años y caudales, conoció a una bailarina exótica que actuaba con el nombre de La Venus de Tlacotillo. Se prendó de ella, tanto que anunció a sus hijos su determinación de desposarla. “Pero, papá -dijo el mayor-. Esa mujer está toda agujerada”. “No la quiero para cargar agua” -replicó don Argento. “Se ha metido en la cama con todos los hombres de la ciudad” -habló la hija. “¿Y por qué voy a ser yo la excepción?” -adujo el obnubilado señor. Ese mismo día don Argento le propuso matrimonio a la pendona. Le dijo en arrebato de pasión: “¡Quiero que compartas conmigo mis alegrías y mis penas; mis sueños y mis ilusiones!”. Repuso La Venus de Tlacotillo: “¿Qué te parece si empiezo por compartir contigo tus cuentas bancarias?”. Él se rió y le dijo: “¡Chiquilla!”. Y eso que la Venus pasaba ya de los 40. Se casaron, en efecto. En cuestión de meses la ávida fémina le quitó al tontaina vejancón hasta el modito de andar. Lo dejó, como dice la Magnífica, sin cosa alguna. Luego se largó con el maraquero del conjunto “Céfiros del Trópico”. Entiendo que se establecieron en un lugar de la costa del Caribe, y ahí pusieron una marisquería. Ahora don Argento anda impecune; no tiene ni para el café con sus amigos. Pero cuando recuerda a la tal Venus una sonrisa evocadora le ilumina el rostro. No cualquier hombre puede sonreír así. FIN.

OPINIÓN

es-mx

2022-12-01T08:00:00.0000000Z

2022-12-01T08:00:00.0000000Z

https://periodicoam.pressreader.com/article/282067690956093

Compania Periodistica Meridiano